Bichos raros de todas partes hasta aquí llegados, sed bienvenidos. Aquí hallaréis solaz, refugio, descanso para el alma atormentada por el estigma de ser "diferente". Todo está permitido dentro del mutuo respeto; la libre expresión de espíritus inquietos y lenguaraces es el lema de la casa. Nadie podrá mirar a nadie por encima del hombro o con muestras de repudio pues en este lugar todos somos miembros de una misma especie: los casi, pero no aún, extintos Rara Avis.
Si eres un Rara Avis, ¡únete al club!

(Formularios de ingreso, a la Viperina por correo expréss, cada solicitud deberá obtener la aprobación por mayoría mas uno; tontolculos abstenerse porfa)

14 de mayo de 2009

Cuándo llegará el verano...

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Cada vez odio más la jodida primavera. Nunca había sentido nada especial por ella, ni frío ni calor, es más si tengo que elegir una época del año en la que me sienta como pez en el agua esa sería el otoño. Pero de unos años a esta parte la primavera está empeñada en tocarme la moral a dos manos, y lo hace a conciencia. Primero fué la alergia a esos bichitos invisibles pero con potencia suficiente para dejarme sin aire cuando a ellos les viene en gana, aunque a esos les da igual la época del año que sea, para ellos siempre es verano y están de perpetuas vacaciones a mi lado incluso cuando se supone que deberían morirse de frío. Y luego están los virus; esos cabrones que por algún motivo que desconozco me tienen un apego fuera de lo normal, y en cuanto me ven pasar saltan sobre mí a ponerse las botas a mi costa. Estas últimas primaveras he disfrutado de la maravillosa compañía de bronquitis, faringitis, otitis y gastroenteritis; vamos, todo lo que termine en itis parece ser que me va como anillo al dedo. Y si no lo pillo yo no importa, porque ya se sabe que estas cosas son altamente contagiosas; así que basta con que uno de los miembros de la familia lo pille para que se extienda como la pólvora, y si alguno de nosotros se libra esa no soy yo, seguro.
Luego está el tema meteorológico, que se supone que desde ya hay que guardar botas, abrigos y jerseys y sacar nuestras pálidas carnes a pasear para que vayan cogiendo colorcito. Ja! Ya sé que la sabiduría popular dice eso de "hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo", pero una cosa es eso y otra que cada día sea una copia del mismo panorama: mañanas semisoleadas con súbitos ataques de calor achicharrante en los que te sobra hasta la ropa interior, nubarrones amenazantes que se acercan hacia el mediodía, y tardes negras que casi cada día culminan en tormentas en las que tiemblan hasta los cimientos y hay que tener la linterna a mano porque seguro que en un momento u otro, se irá la luz.
Resumiendo; que estamos a mediados de mayo y aún no he visto esa maravillosa explosión de color y vida que cada año nos anuncia el corte británico ese, ni he estrenado esos preciosos vestidos ni me he puesto las sandalias fresquitas y supercómodas que tanto me gustan. Lo único colorido que he visto a estas alturas son las sábanas y vestimentas que tiendo en mi terraza día sí y día también, en mi perpetua guerra a los virus malignos y sus consecuencias.
¡Qué engañados nos tienen los anuncios!