Bichos raros de todas partes hasta aquí llegados, sed bienvenidos. Aquí hallaréis solaz, refugio, descanso para el alma atormentada por el estigma de ser "diferente". Todo está permitido dentro del mutuo respeto; la libre expresión de espíritus inquietos y lenguaraces es el lema de la casa. Nadie podrá mirar a nadie por encima del hombro o con muestras de repudio pues en este lugar todos somos miembros de una misma especie: los casi, pero no aún, extintos Rara Avis.
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30 de marzo de 2009

EL NIÑO DE LA SEIS

Pasaban las estaciones y él seguía allí. No conocía el mundo exterior, pero sabía muy bien cada uno de los nombres que se veían en las paredes de cada estación, aunque nunca los había profundizado en la lectura. No sabía leer. Era analfabeto en ese sentido. Recordaba su nombre, nombre que una vez, una mujer que le decía entre dientes ser su madre le había puesto: David, ese era. Viajaba de un lado para otro, siempre volviendo al mismo sitio, en la circular, la línea 6.
Era muy joven, mucho más que ahora, cuando lo dejaron olvidado en uno de los asientos. Nadie volvió a por él y aún ahora, quince años después, seguía esperando. Tenía tres años por aquel entonces. La imagen de su progenitora se mostraba difusa en su mente, apenas sabía si tenía de eso que llaman padre, él creía que no. Cuando niño, allá por el año 97, la gente seguía igual que hoy. Iban de un lado a otro sin hablar nadie con nadie, con prisas, sin tiempo para nada, ni siquiera para darse cuenta que un niño necesitaba ayuda.
David había notado sin embargo, que el mundo había cambiado y lo veía reflejado en el semblante de las personas que pasaban por la línea 6 del metro, es la conclusión que había sacado. Hablaba poco, pero sabía hablar. Había aprendido escuchando a aquella gente que esporádicamente hablaba, o a través de aquello que llamaban radio. En la radio también había escuchado noticias de otros lugares y había comprendido que había mucha gente en el mundo externo y que estaba dentro de un gran lugar llamado país.
Aquel “gusano? de metal era su casa, y la gente que día a día pasaba por allí su familia. Conocía a todos y cada uno de los individuos que se cruzaban cada día con él, era consciente del tiempo que pasaba. Sabía cuando cogían el metro y hacia donde iban, aunque sólo conociese esos lugares de oídas y cuando volvían. David era muy intuitivo y sabía que la gente desaparece cuando se arrugan demasiado, a veces antes, y sabían que a aquello lo llamaban muerte, esa gente ya no pasaría jamás por allí. Así, todo el mundo también lo conocía a él. Le echaban unos dieciocho años, él no sabía a ciencia cierta la edad que tenía, como siempre, lo intuía.
Desde allí dentro también notaba el paso de aquello que denominan estaciones, en las que hacía más o menos frío o calor según la época en la que estuvieran, y así calculaba los años. Y los días y las horas se marcaban con los movimientos de los personajes que visitaban su hogar, su frecuencia era la que determinaba el tiempo.
No recordaba como había ido subsistiendo a lo largo de los años, sabía que nunca le había faltado comida y la gente muchas veces le daba ropa que ya no quería. No conocía las costumbres del mundo. Sabía que debía comer porque tenía hambre y, a veces, incluso dormía, porque tenía sueño. Su vida, él sabia que no era como la de los demás. A su edad, tenía un frondoso pelo negro ondulado, muy largo, que cubría unos grades ojos gris oscuro, sobre una cara de finas facciones. No sabía lo que era una peluquería, mucha gente le había dicho, a veces en tono desagradable, que fuera a una, pero no conocía ese término y no quería salir de allí, no estaba preparado para eso. También tenía un asomo de barba, aún débil, sus pelos aún eran muy finos, tampoco conocía el término “afeitarse?. Su condición había hecho de él un individuo algo ignorante. Eso sí, sabía que se encontraban en el año 2012, él calculaba que habría nacido entre el 93 y el 94. Una vez, una mujer le dijo que iba a tener un niño y David se quedó extrañado, pensaba que la gente simplemente aparecía y luego volvía a desaparecer. - ¿Y cómo es eso? – Había preguntado. Entonces ella le enseñó su barriga. Era gorda y él la vio normal. Ella le dijo que el niño estaba allí dentro, pero David no lo veía. Ella le dejó que tocara, entonces lo sintió y comprendió. Una vez él también estuvo ahí dentro, en el vientre de otra mujer. Sabía que debía ser una mujer, David miro a un hombre gordo que dormitaba sentado frente ha ellos, y Alma, que así se llamaba la chica embarazada (nombre que nunca olvidó, así como nunca olvidaría el nombre de nadie), empezó a reír, él la imitó sin saber por qué y entonces le explicó que sólo las mujeres podían tener niños. Desde entonces echó mucho más de menos a una madre y desde entonces supo que el día de su salida al mundo exterior en busca de su progenitora estaba cerca, pero debía darse un poco más de tiempo, aún no estaba preparado, había visto cosas malas, cosas que no le habían gustado y no estaba preparado. Y se decía: Mañana, mañana saldré ahí fuera…


Estaba cansada, muy cansada, esa noche se prometió a si misma; sera la ultima. No estaba segura de las fechas, pero sabia que estaba próximo el parto.El seis llego mas vació de lo habitual, que bien, asientos libres, pensó, tenia necesidad de sentarse, eran muchas horas de trabajo mal pagado.
Se sentó, apoyo ligeramente la cabeza contra el cristal, le relajaba notar las vibraciones que producía aquel enorme gusano metálico al ponerse en marcha, parecía que quisiera decirle;-tranquila Alma, hoy ya termino tu trabajo, descansa, te llevo a casa-.
Fuera de la estación, la oscuridad del túnel transformaba las lunas de las ventanas en extraños espejos negros, reflejaban su rostro cansado, y parte de vació vagón del metro. Allí estaba el, como todas las noches, formando parte del oscuro cristal. La saludo levantando la mano con gesto nervioso, y sonrisa de niño jugueton. Y como todas las noches ella le señalo el asiento vació junto al suyo.
¡Hola Alma, hola niño de la tripa!, la saludo al sentarse, Hola David, me tienes preocupada, ¿ya sales?, ¡si!, salgo, no estoy siempre aquí dentro, salgo al túnel siete, cuando los hombre que arreglan se han ido, me dejan comida en las latas, para mi y los gatos, es buena, es carne, ellos siempre lo hacen, no me conocen, no me ven, los gatos si, ellos me ven, lo saben, pero no se lo dicen a nadie, nunca. Yo tampoco digo nada, solo a ti, y al niño de tu tripa.
No David, me refiero a la calle, al mundo exterior, no puedes permanecer por mas tiempo aquí, no es tu sitio, tu perteneces al mundo, yo te acompañare debes de salir, es tu hora.
Mientras le hablaba, David la miraba como miran los niños al ser reprendidos.
En fin, tu mismo, ya eres mayorcito, le dijo, volviendo a recostar la cabeza contra el cristal con gesto cansado, cerro los ojos, seguía dándole vueltas al asunto de David.
Una aguda contracción la devolvió a la realidad imperante, el asiento estaba completamente empapado, no era su primer parto, sabia que aquello era inminente, miro a su alrededor, Valla! donde se habrá metido el crió ese, pensó, ahora que lo necesito desaparece.
Perdona guapa, te estuve observando, y....creo que has roto aguas, le dijo una señora que estaba sentada frente a ella, y en la que no había reparado hasta ese momento. Lo mejor sera pulsar la alarma, y que vengan los de seguridad, dicho y hecho, la señora no se corto ni un pelo, rompió el cristal con el zapato, y pulso la alarma.
Estaba tranquila, relajada tumbada en aquella camilla, ¿donde esta? pregunto. Aquí tienes a esta preciosidad, era un niño con abundante pelo negro, envuelto en una dorada manta térmica, al acomodarlo junto al pecho, el niño abrió los ojos y la miro, eran grandes de un profundo gris oscuro. Ahora os llevaremos al hospital, en ese momento se puso en marcha el convoy, desde el anden, miraba como lentamente iban pasando los vagones frente a ella, ¡David! ¿donde estará ese chico? penso, se fijo en todos los vagones que pasaban frente a ella, hasta que paso el ultimo. David no estada en el seis, el circular.
¿y...como le vas a llamar? no lo dudo un instante; David, se llama David.
En el exterior, cuando los trasladaban a la ambulancia, la noche les recibió con una fría brisa, a David eso no le gusto y lloro, hasta ese momento no había llorado.

4 comentarios:

  1. Joer, Nando, me has dejao...pasmada, de verdad. ¡¡¡Qué bueno, pero mucho mucho mucho!!!Es una historia alucinante, pero que en este mundo lleno de absurdos podría llegar a darse. Me ha encantado,¡quiero más de eso!
    Por cierto, yo a David no me lo he encontrado nunca, pero igual es porque en España nunca he viajado en metro, no?

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  2. Gracias Roxy, te lo dejo terminado, espero que te guste.

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  3. Pues debo decirte que me ha gustado tanto o más el final como el principio. No conocía esta faceta tuya, mira por donde, de narrador de relatos, y la verdad es que lo haces tan bien como todo lo que escribes, así que espero ver en adelante más muestras de tu talento en gran formato. Muxu handi bat, txato.

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  4. muy bonito, pero se puede saber donde se habia metido ese niño cuando lo necesitaba Alma, al fin resolvio el problema de David, llamando asi a su hijo lo saco al mundo real... una narracion preciosa

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